Análisis de la comunicación
Podríamos analizar la comunicación en esta crisis de mil maneras. La comunicación en los medios tradicionales, en las redes sociales, la comunicación interna que están teniendo empresas y tejido asociativo con sus empleados y representados, la comunicación de los gobiernos con sus naciones, de la oposición política y hasta en el caso de España, que es el que conozco, de la comunicación de la Corona.
Sobre cada una de ellas, se podría escribir un libro. Una tesis doctoral.
¿Qué comunicación es la que ya está hablando del futuro?
Pero permitidme que me centre en la comunicación de las redes sociales, porque son las que nos están dando la pista de cómo seremos cuando esto pase.
No voy a entrar ni en las fake news ni en la manipulación informativa de los poderes fácticos que pueda haber detrás de ellas, ni en conspiraciones siderales. Ni siquiera en la manida información que dan los medios públicos ni otros adoctrinados, estén en manos de quien estén. Eso siempre es igual, con Covid o sin Covid.
Me quiero centrar en los simples post, imágenes, vídeos, etc que las personas lanzamos a las redes a modo de anzuelo, y a los que automáticamente -más ahora que nunca que, supuestamente, se nos ha desarrollado el “buenismo” - entramos al trapo como “perros” heridos y moribundos. O peces pescados.
Es significativo que una vez lanzado el mensaje, a favor o en contra de lo que sea o de quien sea, eso también da igual, el comentario se genera al segundo. Suele ser un comentario no filtrado por el cerebro, construido desde las vísceras y rico en tacos cuyo disparo puede incluso llegar hasta la cuarta generación de familiares del destinatario o partido político.
Esa inmediatez irreflexiva y pasional así como la cantidad de comentarios -millones al día- es la pista. Es lo que indica que nuestro control continúa siendo cuando nos tocan ideológicamente las narices, igual a cero. Porque a estas alturas nadie duda que detrás del virus hay mucha ideología política. Y más que habrá.
Nuestra capacidad de razonar y argumentar sigue siendo ahora que somos, supuestamente, más buenos que antes y nos rompemos las palmas aplaudiendo por los demás, inexistente. Salvando honrosas excepciones, de las que ahora hablo.
En definitiva ¿vosotros pensáis que ahora que somos más buena gente que nunca, cuando pase esto nos controlaremos? Desde hoy, y mira que intento ser arrastrada por pensadores que apuestan por el renacer de una sociedad mejor después del virus, digo que no.
Las honrosas excepciones, la esperanza
Me queda hablar de las honrosas excepciones. Esas honrosas personas son la esperanza. La mayoría silenciosa. Las que callan. Las que saben manejar sus silencios y sobre todo aquellas que cuando vuelcan su opinión en las redes lo hacen con criterio y argumentos, dando ejemplo de que la educación no tiene ideologías ni estatus sociales. Da igual, piensen como piensen. Sea cual sea su ideología. ¡Las ideologías son muy sanas ! Y la crítica razonada en todas direcciones debe existir para robustecer y avanzar en una sociedad democrática. ¿Alguien lo duda?
Mordernos la lengua como si masticáramos al mismísimo coronavirus
Aprender en estos momentos de crisis y buenismo social a mordernos la lengua hasta envenenarnos como si masticáramos al mismísimo coronavirus (yo la tengo destrozada), es el mejor calentamiento para empezar a trabajar por esa sociedad mejor.
No exijamos ejemplaridad a nuestros políticos cuando nosotros no la practicamos. No es verdad que ellos no sean el reflejo de la sociedad. Es al revés. Es la sociedad quien pare a sus políticos. Intentemos no ladrar para que ellos ladren bajo. Dejemos que se ocupen de la crisis, con el menor ruido posible, tanto los gobiernos como las oposiciones, sean del signo que sean. Y recordemos una y otra vez que ¡oh contradicción! fueron elegidos por nosotros. ¿O es que todos somos tontos?... a veces, "hay más que botellines", como dice aquel.
Como conclusión, el termómetro de las redes, indica que vamos por mal camino. Si bajamos los ladridos, quizás, solo quizás, avancemos hacia una sociedad que algunos pronostican, será mejor. Empecemos a construirla y dejémonos de mojigatadas.
Como optimista empedernida tengo esperanzas porque creo en las personas, las conozca o no. Pero el diagnóstico que nos dan las redes sociales sobre si seremos una sociedad mejor, pinta en bastos... por ahora. No hace falta ser sociólogo o gurú de ninguna especialidad.
Los aplausos de la crisis
Y no me sale terminar estas palabras sin romperme las manos en un aplauso silencioso y sincero por los cientos de miles de héroes anónimos que, desde el silencio y la honorabilidad, se están dejando la piel, y en muchos casos la salud y hasta la vida, por salvarnos a nosotros.
Sí, un aplauso sincero, porque ¡hasta los aplausos los estamos esperpentizando!. "Me duele España, pero de tanto dolor, me cago en ella", nos podrían decir los de la Generación del 98 un siglo. Aprendamos un poquito de la Historia a gestionar el dolor colectivo.
Gracias. Millones de gracias a todos los pequeños grandes héroes, de todos los oficios y profesiones. Mi pésame y fuerzas a los familiares de los fallecidos por coronavirus, cada vez con más rostros conocidos. Mi oración para ellos.