Esta es la importancia, científica, que tiene un acto comunicativo en el cara a cara entre el emisor y el receptor.
Esto y mucho más aprendíamos en AsComunicación tras nuestra inmersión en el curso Oratoria Estratégica, impartida por Marta Pinillos. Marta es directora del Centro de Alto Rendimiento Vocal en Madrid y asistente de decenas de políticos, actores y personajes públicos del nuestro panorama nacional. Licenciada y Master en Logopedia lleva toda una vida estudiando y observando las voces del mundo. Mejorando trayectorias profesionales en formas que jamás podrías imaginar.
Estas credenciales, y ser un referente a nivel nacional en el control de la voz, nos animó a asistir a su curso de Oratoria Estratégica impartido recientemente en Madrid, del que salimos, más que satisfechas y sorprendidas por todo lo que podemos llegar a hacer si controlamos nuestra voz, nuestro cuerpo y nuestros gestos a la hora de hablar en público.
“Cuanto más entreno, más suerte tengo”
Este es el mensaje que nos transmitió Pinillos, que por cierto, proviene de un pequeño pueblecito de Toledo, Orgaz, para animarnos a hacer los ejercicios que allí nos enseñó con el objetivo de conseguir con nuestra voz, al menos, un recurso más bien explotado en la venta de nuestros mensajes.
Para ello debemos de sacar punta a los cinto tonos naturales que todos tenemos; mejorar la dicción; cambiar de volumen cuando estemos comunicando, modular con cierto atractivo (curvas en las frases) nunca impostando; hacer las pausas precisas (cuatro al minuto, al menos). Con todo ello, conseguiremos un ritmo atractivo en la exposición del discurso, y evitaremos, o al menos intentaremos, no aburrir a las moscas.
La postura, sí importa
El 55% de la comunicación lo transmitirá nuestro cuerpo (solo nuestra cara registra 250.000 expresiones faciales). El consejo de Marta para nuestro cuerpo es: CONSISTENCIA. Para ello, tenemos que hablar en “estatua recta” -cuidadito con el baile de San Vito cuando hablamos en público o el deje nervioso de bailar sin darnos cuenta en una baldosa. Con las manos tenemos que conseguir hacer movimientos amplios de brazos y mover acordes con el discurso las manos (nunca como le enseñaron los asesores de Zapatero a hacerlo, que al final todos nos hemos quedado con la imagen de ZP hablando con las manos entrelazadas como Epi y Blas). Tenemos que ver qué juego de manos, movimientos, etc nos va mejor, y utilizarlo sin complejos ni exageraciones.
Es imprescindible CONCECTAR con nuestro público. Para ello tenemos nuestros preciosos ojos. Miremos a nuestro público a sus ojos. Busquemos en el auditorio seis o siete pares de ojos bien distribuidos, y vayamos a ellos... pero ¡sin abrumar ni intimidar a nadie!, solo es una técnica, no un ejercicio intimidatorio (nos indicaba entre risas). Es mejor concentrarse en lo que vas a decir y controlar la materia a exponer.
Teniendo el control en la consistencia corporal y la conexión, conseguimos credibilidad y confianza
Y como experta en comunicación, ¡qué deciros de que solo el 7% de lo que decimos incide en la comunicación! Pues señores, seamos menos plastas cuando hablemos en público. A todo el mundo le gusta escuchar a la gente inteligente, que le sorprende con nuevos conocimientos y frases ingeniosas y atractivas. Pero a nadie nos gustan los plastas, por muy listos que sean.
O sea, lo bueno y breve, dos veces buenos. Y las frases inteligentes –lo que en periodismo diríamos titulares- repartidas en el discurso en distintas ocasiones, bien entonadas y enfatizadas y quitando del medio toda la “paja” que podamos.
Para a quienes les gusten las largas exposiciones y los power infinitos (que se quedaron demodé en el siglo pasado), tengan en cuenta que nuestro cerebro solo presta atención en condiciones óptimas durante 18/20 minutos de seguido (esto también lo tendrían que saber muchos profesores de la Escuela española). Nuestro cerebro solo retiene cinco nuevos conceptos al día, y al día siguiente solo recordamos el 20% de toda la información que nos han “metido” en una charleta.
Dicho esto, seamos ingeniosos, utilicemos bien nuestra voz y saquemos partido a nuestro cuerpo. Todo ello en armonía nos dará un discurso atractivo.
Y lo único que quita los nervios a la hora de hablar en público es estar seguro de lo que vas a decir y ser experto o al menos dominar la materia de la que hablas. Nada de imaginarte a la gente desnuda, como se decía en los 80.